ARTICULOS

sábado, 12 de noviembre de 2011

CUESTION DE ACTITUD


 Nos cuentan,  y  algunos  sabemos, que  el mundo exterior es un reflejo del mundo interior , que el exterior es un escenario de espejos  donde proyectamos  nuestro mundo interno y que esas actuaciones que se dan fuera son la referencia que nos indica por donde andamos.

Ayer tuve un sueño:   Estaba en un lugar comiendo,  se veía un ambiente festivo, el sitio  tenía varias mesas grandes rectangulares  y prácticamente nos conocíamos todos.  Todas las mesas tenían grupos más o menos grandes, y yo estaba sola en una mesa comiendo y observando. En un momento  en el que yo me levanto a coger algo,  varios de otra mesa  se vienen a la mía y se llena, así que  cuando vuelvo a sentarme sólo tengo sitio para sentarme encima del palo de un flexo que queda por encima de la mesa. Mi reacción inicial es enfadarme porque me han dejado sin sitio.

Aquí me paro y me desdoblo:  en el testigo y en el que actúa.  Y desde el palo del flexo donde estoy sentada miro  lo que me rodea de forma global. Percibo que  lo de fuera es fijo y que lo único que mueve el “juego” es mi actitud ante lo que sucede en el momento.

   Y allí sentada en mi palo juego a cambiar mi actitud contando todo en voz alta:

“Una posible actitud es cabrearme porque me habeís  invadido, me habeís  sacado de la mesa y yo quería estar sóla.. . no me habeís  pedido permiso”. Mientras, voy sintiendo los efectos de esta actitud en mi cuerpo y a la vez como estos efectos van modificando la escena y van creando lo que yo estoy sintiendo fuera… el mal rollo en definitiva.

   Inmediatamente hablo de otra posible actitud: “Puedo mirar esto como un regalo, ¡qué bien cuanta gente me quiere!,  estáis conmigo en mi mesa ,  compartiendo conmigo  y  qué suerte que hasta queda este trozo en el flexo para poder sentarme!” Automáticamente, como quien pasa una página se desvanecen todos los efectos de la actitud anterior y aparecen sentimientos de dicha , el cuerpo se relaja.. y la escena fuera vuelve a cambiar.

   En realidad, desde el testigo,  en ningún momento ha habido ningún cambio real en el escenario, lo que único que se movía era mi percepción.

Bien…  cuestión de actitud.


   Pero esto es un sueño, otra dimensión. .. y aquí hay desapego, hay perspectiva, hay sutileza, hay libertad, hay elección. Quizás es hacia donde nos dirigimos, pero aún no estamos ahí instalados.

  Últimamente se escucha y se lee mucho con el tema de la ascensión y la iluminación: “deshazte de los viejos patrones…” “deshazte de las creencias limitantes..” “deshazte de lo que te oprime”.  Y ahí surje otra vez:  “¿y cómo?” .

   Y el mensaje que inicialmente parece de liberación se convierte en otra bola pesada que arrastrar..  “tengo que…”

   No, no es por ahí.  “La hoja cae cuando tiene que caer, ni antes ni después” . Todo tiene un proceso. Deshacerte de algo no siempre es algo voluntario, sobre todo de lo más pesado,  en todo caso es una consecuencia.  Que “algo” se deshaga  viene primero de Ver,  luego de aceptar y luego de integrar y es entonces cuando la bola cae.
















   

 


sábado, 15 de octubre de 2011

No hay valentía mayor que atreverse a mirarse a uno mismo

   

  La gente me pregunta: "¿por qué estás de baja?."  y si respondiera la verdad sería ésta: "Porque me estoy viendo a mí mismo y me gusta tan poco lo que veo que no tengo fuerzas para sostenerlo"

     Pero eso no lo puedo decir... no lo entenderían.


     Llevo toda la vida tapándome los ojos para no ver y así creerme lo que me cuento que soy,  selecciono lo que me gusta de mí, creo una ilusión y dedico mi energía a sostenerla.  Construyo un mundo a mi medida, basado en lo creo que me hace más feliz.  A veces retiro un poco las manos, me veo en el espejo de los otros, pero eso me hace sentir mal, hace temblar mi ilusión, así que me los vuelvo a tapar y sigo viviendo mi vida aparentemente honesta, así una y otra vez, voy y vuelvo.


    Pero el organismo se revela, cae exhausto, no se sostiene, se necesita tanta energía para sostener la ilusión.


    Puedo hacer dos cosas: tratar de pegarme las manos delante de los ojos y seguir en la ilusión de la inconsciencia e invertir aún más energía en el autoengaño, o mirar la verdad y decidir vivir desde la consciencia dedicando la energía a lo que hay a lo que ES.


     La primera opción inicialmente es balsámica, el problema es que no va a servir mucho tiempo, pues una vez que se ha visto es imposible volver atrás. La segunda opción y según lo que vayamos encontrando puede ser extremadamente dolorosa, pero también es el único camino hacia la Libertad, el Amor y la Paz.

miércoles, 10 de agosto de 2011

El mundo exterior es un reflejo del mundo interior

     Todo sucede dentro.  En el momento que el que se resuelve dentro automáticamente se resuelve fuera.  

     Es totalmente inútil tratar de solucionar un conflicto poniendo la atención fuera y en base a ello  ejecutar una acción.

     Se me ocurre  un lago del que emerge un gran monstruo con la boca bien abierta y muchos dientes que quieren comerte. El lago está delante  de ti, y crees que eso es real,  pero sólo es un reflejo del monstruo que está pegado a ti, quieres defenderte e ideas mil formas para que no te coma, desde intentar matar al monstruo , hacerte  amigo suyo o vaciar el lago… quizás logres vaciar el lago y así desaparece el monstruo … pero tarde o temprano  volverás a encontrarte otra pantalla u otro lago donde de nuevo se reflejará.  Si se realiza una acción que no viene desde la resolución interna,  sí,  tal vez haya “un cambio” pero será eventual, volverá de la misma forma o de otra parecida. 

    La resolución interna no sé como sucede, pero es absurdo pelearse con el monstruo del lago o tratar  que las cosas sean diferentes, es lo que hay,  sólo es un reflejo.  Lo único que podemos hacer  es  enfocar la atención en lo que sucede dentro, lo de fuera SÓLO son espejos, y hay que mirarlos sólo en la medida que nos dan pistas sobre nosotros, cuando la resolución sucede dentro el problema exterior se disuelve.  

sábado, 18 de junio de 2011

El poder de los introyectos


La vida es un misterio…  pero  llegamos aquí y a medida que vamos creciendo el entorno en el que vivimos, a través de la programación, se encarga de que nos vayamos olvidando no sólo de vivir el misterio de la vida,  sino también  en mayor o menor medida  de que olvidemos quienes somos.  A través de los introyectos  sociales, culturales, educacionales, familiares…  engullimos  verdades de otros  que acabamos haciendo nuestras tomándolas como ciertas.  Así los introyectos se convierten en la materia prima de nuestra programación y van a determinar la forma de vernos,  de ver a los otros y de relacionarnos con el mundo.

Sin darnos cuenta nos empachamos de mandatos, órdenes, teorías, leyes… todas ellas  incuestionables que cumplen una función parasitaria y que a través del miedo  y  la culpa se encargan de mantenernos  alejados de nuestras verdaderas necesidades y de acallar la voz de nuestra esencia.    
“Si haces…  no te querrán”  “No puedes...” “No debes”  “No llores” “No te enfades” “( Esto)  funciona así”  “(Esto) es así” “Eres imperfecto” “No sientas” “ (Esto) debe de ser así” … … …

Pero no somos máquinas, somos mucho más … y afortunadamente aunque hayamos sepultado nuestra voz en la más recóndita de las mazmorras,  no dejará  de reclamar nuestra atención.  Podemos obviarla, pero gritará si hace falta… nos cabrearemos, enfermaremos, nos deprimiremos, lo que sea, con tal de que volvamos la mirada hacia nosotros.


Esta es la reflexión de Su después de un tiempo de terapia:
“El día en que dejé de verme como un ordenador programado para afrontar la vida, comencé a desprogramarme para disfrutarla”.
Mi  andadura desde entonces es todavía corta, pero muy intensa y provechosa, sobre todo cuando se trata de mi evolución personal.
Desde el día en que nací empecé mi programación, almacenando toda la información que me rodeaba e intentando con ello formar una maquinaria sólida que me permitiera mentalmente encajar todas las situaciones dentro de mi sistema operativo. Esto significó dejar de ser yo para convertirme en un ordenador muy bien programado.
Y así me mantuve durante toda mi vida,  almacenando, etiquetando sin cesar y actuando mediante la activación de esquemas ya adquiridos…  Y así viví hasta que mi sistema colapsó y dejó de funcionar. Todo aquello que hasta entonces encajaba a la perfección dejó de hacerlo para dar paso a una parte de mí que gritaba con fuerza liberarse de aquella manipulación que con el pasar de los días ardía en mi interior con más energía, hasta hacerme saber que lo que siempre me había funcionado ya no me calmaba, no me conformaba, no lo aceptaba. Había algo más, no sabía que era, y vociferaba que le abriera paso. Y sentía tanto miedo que yo misma acallaba esos gritos para que no derrumbaran mis esquemas personales que tanto tiempo llevaba manteniendo en mi vida, pero ya no me servían para nada. Había quedado vacía por dentro, me había desprogramado.
Tras largos meses de encuentros personales, con sus días más y menos buenos, malos y menos malos, hoy he descubierto que a lo largo de mi vida había dedicado una exclusiva atención al mundo exterior. Había estudiado para comenzar una vida laboral, disfrutado con mis amigos en lugares preciosos. Había vivido el gozo de un abrazo, de un beso, pero nunca había focalizado la atención en mí misma, en disfrutar conmigo, en preocuparme de mí, en descubrirme, en escucharme, en sentirme, en abrazarme, en amarme. Un trabajo arduo, desde luego, y también necesario, a través del cual evidencié que la esencia de mi felicidad se alimentaba del exterior, no de mi interior, ni siquiera me conocía, no me había escuchado ni me había querido.
He llegado a sentir  la mente como un arma de doble filo muy poderosa, por encima de todo le había otorgado un valor que no merecía en ningún caso como controladora de mis deseos, de lo que está “bien y mal”, le había dado un poder que no le pertenecía a ella sino a mi interior. Así fue como todo lo que me rodeaba pasaba siempre por la mente para tratar de racionalizarlo dejando en un plano totalmente apartado mis deseos reales, mi verdadera felicidad.
Si hago una reflexión sobre mi evolución personal en la que me hallo inmersa, afirmaría que es una oportunidad de volver a nacer, un despertar repentino. Es un camino de descubrimiento incesante pero no de rosas.  El encontrarme con mi verdad no me resulta fácil en ningún caso. Es un proceso continuo, con días o momentos felicies, y también dolorosos y difíciles de afrontar, sobre todo porque una vez  que empecé a ser consciente no pude volver atrás, no hay camino de retorno, y la lucha entre mi mente y mis deseos es ardua. A media que voy evolucionando mi consciencia es más clara y fuerte y vivirlo me resulta difícil, pero obviarlo es prácticamente imposible.